Los testigos dicen que “lloraban al lado de los féretros”. Esta semana fueron presos.
Nadie sospechaba entonces que los policías Mauro Gallardo y Diego Rossi irían presos pocos meses después por “entregar” el golpe donde sus compañeros serían fusilados a sangre fría . Que eran cómplices del ataque cometido para apoderarse de un botín de 20 millones de pesos. Acusados en la maniobra de ser los “entregadores”, Gallardo y Rossi fueron detenidos el martes. El día después del cruento intento de robo estaban “compungidos” y “lloraban al lado de los féretros” , según revelaron ayer a Clarín en la Departamental San Nicolás de la Policía Bonaerense.
El dato generaba escalofríos entre los compañeros de Gallardo y Rossi.
“Dormíamos con el enemigo” , repetían. “No lo puedo creer. Nadie lo puede creer. Sobre todo del Negro Rossi. Cualquier vigilante quería salir con él porque se sentía seguro.
Si usted me decía ‘mándeme un buen efectivo’, yo le mandaba a Rossi . Gallardo por ahí era más del montón”, los describió una autoridad de la repartición. “No andaban en transas ni en el mangueo”, abundó, descartando cualquier sospecha sobre la participación de ambos en prácticas ilegales.
Aunque no compartían tareas –excepto cuando se cruzaban en algún servicio adicional– y no existía amistad que los uniera, conocían a Fangio y a García, ambos de la División Infantería. Con quienes sí tenían una relación cercana era con el personal que manejaba el blindado –Juan Chávez y Oscar Molina–, quienes salvaron su vida milagrosamente tras el tiroteo. Como los detenidos, Chávez y Molina pertenecían al Grupo de Apoyo Departamental (GAD).
Rossi recibía la felicitación de sus superiores cada fin de año por la cantidad de procedimientos en los que participaba y las detenciones que lograba. “Te corría los ladrones hasta debajo de la cama”, ejemplificaban al reconstruir su perfil policial. No rechazaba tareas adicionales: bancos, eventos deportivos, reparticiones oficiales, estaban dentro del menú para engrosar su salario. Lo describían además como un hombre con una familia “ejemplar”. Está casado y tiene tres hijos. De Gallardo, en cambio, aseguraban que se separó “como veinte veces”.
Sus compañeros se quedaron “helados” al enterarse de los motivos de la detención. Ninguno tenía imputaciones en el legajo, con excepción de un episodio que tuvo a Gallardo como protagonista: en el asalto a un maxiquiosco, frente a una clínica de la Unión Obrera Metalúrgica, en San Nicolás, mató a un delincuente. Pero vecinos y la víctima del robo declararon que fue en defensa propia.
Tras ese episodio abandonó por recomendación de un profesional médico el Grupo de Apoyo Departamental, en el que todavía se desempeñaba Rossi hasta el momento de su detención. Gallardo deambuló en dos comisarías de la ciudad: la 2ª y la 3ª. El miércoles lo apresaron en Baradero. Había sido trasladado para reforzar la seguridad tras el asesinato del joven cometido por un policía de la Bonaerense.
Ayer la psicosis que generaron las detenciones estaba moderándose en la departamental policial. El primer día muchos de sus compañeros temían que sólo por la relación diaria que mantenían con Rossi, y en el pasado con Gallardo, pudieran comprometerlos.
Las autoridades debieron serenar al personal. Les explicaron que todos podían ser investigados, pero que quienes cayeron estaban comprometidos por llamados telefónicos cruzados y elementos relacionados con la causa.
Ayer uno de los comentarios estaba relacionado con la aparición del plano de un banco, muy casero, que fue secuestrado entre los elementos que tenían en su poder Gallardo y Rossi. Cada uno, aseguran, tenía una copia idéntica en su billetera (ver Croquis...
).
En el Destacamento de Infantería también se respiraba cierto agobio. La noticia de la participación de dos policías en el asalto como entregadores los tenía apesadumbrados.
“Es increíble. Enterarse de algo así es demoledor”, repetían entre los policías de esa dependencia. Algunos insistían en que Rossi mostraba demasiadas cualidades para involucrarse con el delito. De Gallardo, hasta que se enteraron de la detención, pensaban lo mismo. Pero con una mirada mucho más maliciosa.
“Ese boludo andaba en una banda de bancos?” , se preguntaban algunos compañeros, con tono despiadado.
Fonte: Clarin
DOLOR. UN GRUPO DE POLICIAS LLORA A SUS COMPAÑEROS CAIDOS DURANTE EL VELORIO EN SAN NICOLAS, EN NOVIEMBRE
*
Se mezclaron hasta confundirse en el dolor de familiares, amigos y colegas. Eran dos más entre los cientos que asistieron el 24 de noviembre pasado a la sala velatoria de San Nicolás en la que dieron el último adiós al teniente Darío García y al subteniente Rubén Fangio, asesinados el día anterior en el asalto a un blindado del Banco Provincia. En la ceremonia vestían de uniforme.
Nadie sospechaba entonces que los policías Mauro Gallardo y Diego Rossi irían presos pocos meses después por “entregar” el golpe donde sus compañeros serían fusilados a sangre fría . Que eran cómplices del ataque cometido para apoderarse de un botín de 20 millones de pesos. Acusados en la maniobra de ser los “entregadores”, Gallardo y Rossi fueron detenidos el martes. El día después del cruento intento de robo estaban “compungidos” y “lloraban al lado de los féretros” , según revelaron ayer a Clarín en la Departamental San Nicolás de la Policía Bonaerense.
El dato generaba escalofríos entre los compañeros de Gallardo y Rossi.
“Dormíamos con el enemigo” , repetían. “No lo puedo creer. Nadie lo puede creer. Sobre todo del Negro Rossi. Cualquier vigilante quería salir con él porque se sentía seguro.
Si usted me decía ‘mándeme un buen efectivo’, yo le mandaba a Rossi . Gallardo por ahí era más del montón”, los describió una autoridad de la repartición. “No andaban en transas ni en el mangueo”, abundó, descartando cualquier sospecha sobre la participación de ambos en prácticas ilegales.
Aunque no compartían tareas –excepto cuando se cruzaban en algún servicio adicional– y no existía amistad que los uniera, conocían a Fangio y a García, ambos de la División Infantería. Con quienes sí tenían una relación cercana era con el personal que manejaba el blindado –Juan Chávez y Oscar Molina–, quienes salvaron su vida milagrosamente tras el tiroteo. Como los detenidos, Chávez y Molina pertenecían al Grupo de Apoyo Departamental (GAD).
Rossi recibía la felicitación de sus superiores cada fin de año por la cantidad de procedimientos en los que participaba y las detenciones que lograba. “Te corría los ladrones hasta debajo de la cama”, ejemplificaban al reconstruir su perfil policial. No rechazaba tareas adicionales: bancos, eventos deportivos, reparticiones oficiales, estaban dentro del menú para engrosar su salario. Lo describían además como un hombre con una familia “ejemplar”. Está casado y tiene tres hijos. De Gallardo, en cambio, aseguraban que se separó “como veinte veces”.
Sus compañeros se quedaron “helados” al enterarse de los motivos de la detención. Ninguno tenía imputaciones en el legajo, con excepción de un episodio que tuvo a Gallardo como protagonista: en el asalto a un maxiquiosco, frente a una clínica de la Unión Obrera Metalúrgica, en San Nicolás, mató a un delincuente. Pero vecinos y la víctima del robo declararon que fue en defensa propia.
Tras ese episodio abandonó por recomendación de un profesional médico el Grupo de Apoyo Departamental, en el que todavía se desempeñaba Rossi hasta el momento de su detención. Gallardo deambuló en dos comisarías de la ciudad: la 2ª y la 3ª. El miércoles lo apresaron en Baradero. Había sido trasladado para reforzar la seguridad tras el asesinato del joven cometido por un policía de la Bonaerense.
Ayer la psicosis que generaron las detenciones estaba moderándose en la departamental policial. El primer día muchos de sus compañeros temían que sólo por la relación diaria que mantenían con Rossi, y en el pasado con Gallardo, pudieran comprometerlos.
Las autoridades debieron serenar al personal. Les explicaron que todos podían ser investigados, pero que quienes cayeron estaban comprometidos por llamados telefónicos cruzados y elementos relacionados con la causa.
Ayer uno de los comentarios estaba relacionado con la aparición del plano de un banco, muy casero, que fue secuestrado entre los elementos que tenían en su poder Gallardo y Rossi. Cada uno, aseguran, tenía una copia idéntica en su billetera (ver Croquis...
).
En el Destacamento de Infantería también se respiraba cierto agobio. La noticia de la participación de dos policías en el asalto como entregadores los tenía apesadumbrados.
“Es increíble. Enterarse de algo así es demoledor”, repetían entre los policías de esa dependencia. Algunos insistían en que Rossi mostraba demasiadas cualidades para involucrarse con el delito. De Gallardo, hasta que se enteraron de la detención, pensaban lo mismo. Pero con una mirada mucho más maliciosa.
“Ese boludo andaba en una banda de bancos?” , se preguntaban algunos compañeros, con tono despiadado.
Fonte: Clarin
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